sábado, 31 de marzo de 2012

Casi a tiempo

Fui a la marcha del 24 y me pasaron muchas cosas, más de las que esperaba. Esperaba emocionarme, pedir justicia por los 30000, castigo para responsables y cómplices, recordar, sostener la memoria, transmitir. Pero me lo imaginaba algo más solemne, más frío, más generación X, esa apática que me tocó a mi. Vamos, tiramos las consignas, marchamos en respetuoso silencio, y recordamos.

En cambio me encontré con una fiesta. Se celebraba que no nos han vencido, que los 30000 están presentes en las madres, las abuelas y los hijos, que la justicia en serio va llegando, a lo mejor no a tiempo ni en la magnitud que debería aún, pero va llegando.

Pero sobre todo se celebraba que esa militancia que les costó la vida a tantos, hoy florece en muchos miles de jóvenes que volvieron a levantar sus banderas y las agitan con orgullo, y ya no es delito hacer política como entonces, ni vergüenza como fue después. Hoy hacer política es de nuevo identidad, la personal recuperada por abuelas, madres e hijos, y la social devuelta a los jóvenes que abrazan la militancia como una herramienta de construcción social.

¿Estoy sorprendida? No se, pero es una sensación reconfortante. Me dieron ganas  hasta de salir del éter informático e involucrarme un poco más. Será que me pegó el viejazo de los 40 metida entre tanto pibe de veintipico feliz de ser parte. Tuve la famosa envidia sana.

Cuando yo era la de veintipico la militancia y el ejercicio político estaban vacíos de contenido, llenos de billetes verdes e inserciones en el primer mundo. Despojados de pasión y cubiertos de intereses. Vaciando el Estado, y en estado catatónico. Hoy lo tienen todo. El contenido, la ideología, las ganas, la conciencia solcial, la pasión... y los veintipico. Que bueno eso. Cuánto tiempo tienen para construir el país que se merecen.



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